Podríamos decir que en los últimos 25 años ha habido grandes cambios en la manera en que los hombres nos identificamos o no con los estereotipos que nos presenta nuestro entorno social.
Hemos atestiguado desde pequeños “lo que es ser un verdadero hombre”, “lo que es hacer cosas de hombres” dentro del modelo que heredamos de nuestros abuelos y padres, eminentemente machista.
Pero definamos lo que podrían ser rasgos machistas, porque curiosamente si le preguntamos a un hombre que pase por la calle si se considera a sí mismo como un hombre machista, es muy probable que diga que no, que él no le pega a las mujeres.
Resultando evidente que se nos está escapando de nuestra percepción lo que Marina Castañeda llama El Machismo Invisible, que es toda relación o situación en la que una persona asume una posición de mando y de dominio sobre otra u otras.
Que puede manifestarse a través de cualquier actitud, no solo con palabras o en casos extremos con diferentes tipos de violencia, ya sea física, emocional, económica o psicológica, también puede ser con una mirada, con un gesto o simplemente con una ausencia de atención.
Según las investigaciones de Shere Hite de la Universidad de Nueva York en sus Teorías sobre la Sexualidad Humana, relata cómo el hecho de que en nuestra sociedad, los jóvenes varones durante su etapa de pubertad, en que “deben” rechazar a la madre y a todo lo femenino, para evitar ser objetos de burla por parte de sus compañeros y no sean: “hijos de mami”, “mariquitas”, o “mandilones bajo las faldas de su mami”, en función de poder ser aceptados y respetados en un mundo masculinizado y machista.
Esto va a dejar profundas cicatrices psico-emocionales en gran cantidad de hombres con respecto a su relación con las mujeres, ya que desde esa temprana edad, se forman algunos paradigmas que determinarán en gran medida su comportamiento adulto, como: “a las mujeres hay que amarlas y luego abandonarlas” y en algunos casos este abandono a la madre por parte del joven, pueden vivenciarlo de manera invertida, como que ella (la madre), lo abandonó, por lo tanto: “no se puede confiar en las mujeres”.
Siendo la madre la primer mujer a quien el hombre amó, con quien tuvo la mas profunda intimidad conocida desde su nacimiento, lo ha tocado, besado, abrazado, de ahí que cuando llegue la pubertad, cuando viene el mayor aumento hormonal de su vida.
En la etapa cuando tiene el mayor deseo sexual, es cuando “tiene” que abandonar a la mujer que ama, esto genera culpa y miedo, culpa por haber “traicionado” el amor de su madre para poder “ser hombre” y miedo a la mujer “malvada” que los “provoca” o los “seduce”.
A esto le agregamos la imagen estereotipada que ofrece la pornografía del hombre, un sujeto sin capacidad de expresar amor, ternura o de “sentirse enamorado”, experimentando una especie de “anestesia sensorial” en otras partes de su cuerpo que no sean su pene, enfocado únicamente en su “autosatisfacción sexual”, que no erótica, a través de una mujer, ya que el “cultivo del erotismo puro”, podría hacerlo ver como “mariquita”, como poco varonil, lo cual es un mito y una gran mentira.
El Hombre Machista es una especie en peligro de extinción, como bien sugiere el Dr. David Barrios Martínez en su libro Resignificar lo Masculino, Guía de supervivencia para Varones del Siglo XXI.
El nuevo hombre deberá de ser capaz para empezar por ponerle nombre a sus sentimientos y emociones, de expresarlos y entre otras cosas, de evitar situaciones en donde se manifieste cualquier tipo de violencia o de rasgos de dominio y control, deberá aprender a soltar, a tener trato social equitativo para hombres y mujeres, habremos de aceptar la independencia de las mujeres y aprender a convivir con ellas de esa manera.
En el plano erótico-afectivo, muchas mujeres se confunden con el extraño comportamiento del hombre, ya que al principio se muestra como un apasionado amante y después de un tiempo, frío, distante, hostil, agresivo y hasta violento, reproduciendo el mismo patrón que realizó durante su etapa de pubertad.
Al manifestar su sexualidad, es muy común que el hombre se deje llevar por los estereotipos que la pornografía promete, donde muestran imágenes de hombres insensibles enfocados en autosatisfacerse en una o varias mujeres, a los que no se les permite expresar ternura, amor incondicional y mucho menos un erotismo espiritualizado.
Lo que está sucediendo hoy en día va en ambos sentidos, mientras muchos hombres están incrustados en este callejón sin salida, muchos otros nos encontramos en nuestra propia búsqueda de la masculinidad profunda, que consiste en vivenciar una manera distinta de expresarla, donde nos permitimos descubrir y expresar nuestras emociones, acechando nuestros rasgos machistas, encontrando y amando a esa parte femenina dentro de nosotros.
Lo que nos permite ser amables, tolerantes, generosos, intuitivos, sensibles, con capacidad de expresar ternura, asombro ante la vida e incluso que nos permita llorar de gozo y agradecimiento en una experiencia sexual en que se puede sentir la unión de lo físico con lo espiritual.
Los antiguos sabios chinos hablaban de “Seguir el Camino del Sable y el Camino del Pincel”, de cultivar una disciplina que forme nuestro carácter en un estado de “acecho con nosotros mismos”, como el que se practica en las artes marciales y de cultivar un arte sutil (femenino) que nos permita experimentar la compasión, el amor incondicional y la percepción de lo estético, decían que para alcanzar la trascendencia, lo que fuera que esto significara, había que “Encontrar el Yin dentro del Yang”.
Hombres que estamos buscando formas distintas de expresarnos en lo erótico-afectivo, re-estructurando nuestro mapa de los reflejos eróticos, para que podamos salir del papel tan limitante y acartonado que representan los estereotipos de la pornografía, para entrar a experimentar nuevos horizontes preceptúales.
Que nos permitan armonizar nuestras energías internas y como consecuencia armonizarnos con todo nuestro entorno, especialmente con las cada vez mas, mujeres independientes, evitando entrar en competencias desgastantes con ellas, buscando nuevas formas de relacionarnos en pareja.
Donde exista un profundo respeto hacia la naturaleza del otro, donde no existan formas de control, sino de participación armoniosa y nos permitamos explorar con respeto el mundo fascinante de lo sagrado femenino dentro de nosotros.
Por Jorge “Jerónimo” García Zenteno
Educador Sexual y Representante en México del Universal Tao System, del Maestro Mantak Chia de Tailandia.
www.taodelamor.com
Hemos atestiguado desde pequeños “lo que es ser un verdadero hombre”, “lo que es hacer cosas de hombres” dentro del modelo que heredamos de nuestros abuelos y padres, eminentemente machista.
Pero definamos lo que podrían ser rasgos machistas, porque curiosamente si le preguntamos a un hombre que pase por la calle si se considera a sí mismo como un hombre machista, es muy probable que diga que no, que él no le pega a las mujeres.
Resultando evidente que se nos está escapando de nuestra percepción lo que Marina Castañeda llama El Machismo Invisible, que es toda relación o situación en la que una persona asume una posición de mando y de dominio sobre otra u otras.
Que puede manifestarse a través de cualquier actitud, no solo con palabras o en casos extremos con diferentes tipos de violencia, ya sea física, emocional, económica o psicológica, también puede ser con una mirada, con un gesto o simplemente con una ausencia de atención.
Según las investigaciones de Shere Hite de la Universidad de Nueva York en sus Teorías sobre la Sexualidad Humana, relata cómo el hecho de que en nuestra sociedad, los jóvenes varones durante su etapa de pubertad, en que “deben” rechazar a la madre y a todo lo femenino, para evitar ser objetos de burla por parte de sus compañeros y no sean: “hijos de mami”, “mariquitas”, o “mandilones bajo las faldas de su mami”, en función de poder ser aceptados y respetados en un mundo masculinizado y machista.
Esto va a dejar profundas cicatrices psico-emocionales en gran cantidad de hombres con respecto a su relación con las mujeres, ya que desde esa temprana edad, se forman algunos paradigmas que determinarán en gran medida su comportamiento adulto, como: “a las mujeres hay que amarlas y luego abandonarlas” y en algunos casos este abandono a la madre por parte del joven, pueden vivenciarlo de manera invertida, como que ella (la madre), lo abandonó, por lo tanto: “no se puede confiar en las mujeres”.
Siendo la madre la primer mujer a quien el hombre amó, con quien tuvo la mas profunda intimidad conocida desde su nacimiento, lo ha tocado, besado, abrazado, de ahí que cuando llegue la pubertad, cuando viene el mayor aumento hormonal de su vida.
En la etapa cuando tiene el mayor deseo sexual, es cuando “tiene” que abandonar a la mujer que ama, esto genera culpa y miedo, culpa por haber “traicionado” el amor de su madre para poder “ser hombre” y miedo a la mujer “malvada” que los “provoca” o los “seduce”.
A esto le agregamos la imagen estereotipada que ofrece la pornografía del hombre, un sujeto sin capacidad de expresar amor, ternura o de “sentirse enamorado”, experimentando una especie de “anestesia sensorial” en otras partes de su cuerpo que no sean su pene, enfocado únicamente en su “autosatisfacción sexual”, que no erótica, a través de una mujer, ya que el “cultivo del erotismo puro”, podría hacerlo ver como “mariquita”, como poco varonil, lo cual es un mito y una gran mentira.
El Hombre Machista es una especie en peligro de extinción, como bien sugiere el Dr. David Barrios Martínez en su libro Resignificar lo Masculino, Guía de supervivencia para Varones del Siglo XXI.
El nuevo hombre deberá de ser capaz para empezar por ponerle nombre a sus sentimientos y emociones, de expresarlos y entre otras cosas, de evitar situaciones en donde se manifieste cualquier tipo de violencia o de rasgos de dominio y control, deberá aprender a soltar, a tener trato social equitativo para hombres y mujeres, habremos de aceptar la independencia de las mujeres y aprender a convivir con ellas de esa manera.
En el plano erótico-afectivo, muchas mujeres se confunden con el extraño comportamiento del hombre, ya que al principio se muestra como un apasionado amante y después de un tiempo, frío, distante, hostil, agresivo y hasta violento, reproduciendo el mismo patrón que realizó durante su etapa de pubertad.
Al manifestar su sexualidad, es muy común que el hombre se deje llevar por los estereotipos que la pornografía promete, donde muestran imágenes de hombres insensibles enfocados en autosatisfacerse en una o varias mujeres, a los que no se les permite expresar ternura, amor incondicional y mucho menos un erotismo espiritualizado.
Lo que está sucediendo hoy en día va en ambos sentidos, mientras muchos hombres están incrustados en este callejón sin salida, muchos otros nos encontramos en nuestra propia búsqueda de la masculinidad profunda, que consiste en vivenciar una manera distinta de expresarla, donde nos permitimos descubrir y expresar nuestras emociones, acechando nuestros rasgos machistas, encontrando y amando a esa parte femenina dentro de nosotros.
Lo que nos permite ser amables, tolerantes, generosos, intuitivos, sensibles, con capacidad de expresar ternura, asombro ante la vida e incluso que nos permita llorar de gozo y agradecimiento en una experiencia sexual en que se puede sentir la unión de lo físico con lo espiritual.
Los antiguos sabios chinos hablaban de “Seguir el Camino del Sable y el Camino del Pincel”, de cultivar una disciplina que forme nuestro carácter en un estado de “acecho con nosotros mismos”, como el que se practica en las artes marciales y de cultivar un arte sutil (femenino) que nos permita experimentar la compasión, el amor incondicional y la percepción de lo estético, decían que para alcanzar la trascendencia, lo que fuera que esto significara, había que “Encontrar el Yin dentro del Yang”.
Hombres que estamos buscando formas distintas de expresarnos en lo erótico-afectivo, re-estructurando nuestro mapa de los reflejos eróticos, para que podamos salir del papel tan limitante y acartonado que representan los estereotipos de la pornografía, para entrar a experimentar nuevos horizontes preceptúales.
Que nos permitan armonizar nuestras energías internas y como consecuencia armonizarnos con todo nuestro entorno, especialmente con las cada vez mas, mujeres independientes, evitando entrar en competencias desgastantes con ellas, buscando nuevas formas de relacionarnos en pareja.
Donde exista un profundo respeto hacia la naturaleza del otro, donde no existan formas de control, sino de participación armoniosa y nos permitamos explorar con respeto el mundo fascinante de lo sagrado femenino dentro de nosotros.
Por Jorge “Jerónimo” García Zenteno
Educador Sexual y Representante en México del Universal Tao System, del Maestro Mantak Chia de Tailandia.
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Muy bueno
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